domingo, 22 de marzo de 2009

Analogía de estereotipos

Analogía de estereotipos

(me enamoré de una piba chorra)


Menos mal que Dalys también compra su ropa en el Abasto. Una salida por ahí es ideal para conocernos; me parece genial que aprecie una zona con tanta historia, tan relevante para el acaecer nacional. Seguramente sabrá que El Mercado de Abasto proveedor de Buenos Aires fue un mercado proveedor de frutas y verduras ubicado en Avenida Corrientes 3.247 (entre Agüero y T. M. Anchorena), en la capital de la República Argentina, un lugar que tras dejar de funcionar en 1984, el edificio se mantuvo sin uso durante años hasta que fue convertido en un centro comercial en 1999. ¿Sabrá acaso Zeus si ella ignora que para finales del siglo XIX la Ciudad de Buenos Aires tuvo un importante crecimiento debido a las corrientes migratorias que llegaban desde diversos países de Europa, que debido al aumento demográfico y la demolición del Mercado Modelo, ubicado en las cercanías de la Plaza Lorea, los hermanos Devoto solicitaron el 16 de agosto de 1888 la construcción, en sus terrenos adquiridos en 1875 en el barrio de Balvanera, de un mercado de abasto, y que la Intendencia aceptó la propuesta el 29 de noviembre de 1888 y la elevó al Consejo Deliberante para que fuese tratada? ¡Por Nietzsche! No la conozco y creo que ya tenemos tanto en común…


¡Mató, loco! Al guacho ése que me consiguió la Yami pinta que le re cabe el Abasto. Mejor, porque así voy ahora y a la noche estamos a un toque del Fantástico. Y yo me mando sin un “pe”; si se la banca el guachín, que garpe él, loco. Onda que la Yami me dijo que el Tute éste es un pibe piola, bien del palo. El Abasto, joya, jeje. Mejor me voy poniendo el rímel, que no da para hacer aguantar al guacho ése, si todavía no me conoce.


Es la hora, mejor me termino de preparar. Debe estar ya casi por llegar ella; suerte que estoy muy próximo con el tren subterráneo. Combinación con la línea “B” y listo, “voi-là!”. ¿“Jean” azul ultramar con desteñido post-esmerilado brillante y parche original símil-rotura?, listo. ¿Remera rosa de la temporada 2009 del Club de Rugby Stade Français? Lista. ¿Saco de lino…? ¡Me lo olvidaba! Y acá están los anteojos de piloto, las zapatillas de lona esmaltada con estampados de Woody Allen… ¡y el celu! ¡Ufa! Casi me iba sin estar conectado al mundo. Luego tendría que pedirle bien el de ella; la que arregló todo esto fue Yamila. ¡Ni una foto de Dalys me dejó ver!


¡Noooooooo! ¡Alto chivo tiene la remerita del Ciclón! Ya fue, no da para cambiarla; hoy jugamos con esos bosteros y a las otras tres que tengo ‘tan para lavar. Al Maty seguro que le cabe el fútbol; espero que haya un bar con “frescas” y codificado cerca de ahí. Si perdemos este partido me corto las que no tengo. ¿Qué? ¿Ya son menos veinte? ¡Uuuuuuuuuuuuhhhhhhhhhhh! Colgué mal, el guacho se va a re-encular. Me calzo las altas llantas, nuevitas-nuevitas, y salgo a los pe…


OK, no pasa nada. Cuatro minutos tarde no es la muerte de nadie, Matías. ¡Ay, me muero! ¿Quiénes son esos? Ah, sí, esos locos que se juntan por el “shopping” éste… ¿Cómo es posible que tantas tribus urbanas se junten acá? Siempre me olvido. Y todos con esa soberbia de decir “yo me la banco”. ¿Qué significa eso? Habría que ver si es un movimiento que parte de la base económica o es un fenómeno superestructural. Porque de acuerdo con Bourdieu, la cuestión pasaría por la paradoja del lenguaje, es decir, que la resistencia a las imposiciones de las clases dominantes es también en cierta forma sumisión a ellas, porque él explica eso de forma legitimista, con respecto a los dialectos en la Francia de los años setenta, cuando…


¡Eeeeeeeehhhhhh, mala ondaaaaaaaahhhh! El bondi no llega más. ¡Eh, amigo, el acelerador está al lado del freno, amigo! Chofer gato, maneja como mi abuelita la Esther. Pobrecita la Esther, que Dios la tenga en la gloria. Murió por la yuta mientras se afanaba dos plantitas de una casa en Belgrano. Una grossa la Esther… hacía unos ravioles… te dejaban dado vuelta, te dejaban. ¡Altas salsas les ponía! No, bajón, este guacho Matute me va a querer matar.


¡Diez y nueve minutos, treinta y tres segundos! Bueno, a no desesperar; que por suerte tengo siempre conmigo la colección completa de “En busca del tiempo perdido”, Marcel Proust, la edición comentada por Borges e ilustrada por Frank Miller en mayo de 1986, apenas un mes antes del fallecimiento del escritor en Ginebra y un año antes de la publicación de “Batman: año uno”, que hasta la fecha es uno de los mejores trabajos que Miller est… La chica esta me viene mirando… cuidado, que la zona no es linda… aparte la tasa de criminalidad este año…


¡Hhhmmm! Este gato tiene un quincho bárbaro, como la Yami me dijo que tendría el Matis. Si es él, a la guacha ésa la surto.


Se me acerca, definitivamente viene hacia mí. Es una dama, no puedo pegarle… ¡pero corro peligro! ¿Qué haría Linterna Verde en una situación así?


EXT. PUERTA ABASTO – DÍA

DALYS Y MATÍAS VAN A CONOCERSE. MATÍAS ESTÁ NERVIOSO; PIENSA QUE LO VAN A ASALTAR. DALYS ESTÁ MÁS TRANQUILA PERO ALGO DECEPCIONADA POR EL CHICO QUE SU AMIGA LE HABÍA PROMETIDO.


DALYS

Hola loco, ¿todo piol…


MATÍAS

(nervioso, la interrumpe)

¡No tengo nada, no tengo nada!


DALYS

¡Eh, loco, rescatate! ¿No sos el Matías, no sos?


MATÍAS

(reponiéndose del susto, ahora avergonzado)

¿Dalys? ¡Uf! Sorry, pensé que me ibas a…

(la mira unos segundos, reflexiona bien)

Que me ibas a intentar vender algo…


DALYS

Todo liso, loco. Lo único que vendo es “paco”.


MATÍAS SE LA QUEDA MIRANDO UNOS SEGUNDOS. NO SABE CÓMO REACCIONAR.


DALYS

¡Una jodita, amigo! No ando en nada ilegal…


MATÍAS SE RÍE NERVIOSAMENTE.


MATÍAS

¿Entramos?


DALYS

Pintó.


MATÍAS

¿Querés que vayamos a tomar algo antes?


DALYS MIRA LA HORA.


DALYS

¿Te cabe pegar una fresca?


MATÍAS NO REACCIONA; EN LA IGNORANCIA SE QUEDA ESTÁTICO.


DALYS

Una fresca…


MATÍAS

Pero… son las tres de la tarde…


DALYS

¡Uh, vieja! ¿Qué pasa? ¿Te pusiste la gorra?


MATÍAS SIGUE SIN ENTENDER Y SE QUEDA MIRÁNDOLA.


DALYS

Mirá amigo, y media juega el Ciclón contra Boca.

Lo quiero ver, si no te jode.


MATÍAS

¿Molestarme a mí? ¡Para nada!

Mirá, ahí hay un bar que creo que tiene fútbol codificado.


DALYS

¡Joya! ¿Y sale morfar algo?


MATÍAS

¿Estás sin comer?


DALYS

Tengo una lija bárbara.

En casa había patys, pero comí medio y salí.

Si no, no llegaba, ¿viste?

Me quedé re-manija de patys.


MATÍAS

Hmm… los patys no son muy de mi agrado.

No sé… la carne picada a menudo está llena de grasa.

¿Te da igual pedir un par de tostados?


DALYS

¡Manzana!


No le entiendo una goma a este flaco cuando habla; tiene así como “la papa en la boca”. Parece medio cheto… y medio maricón. Pero está re-bueno el guacho, y eso que tiene alta porra. Parece Krusty de “Los Simpsons”.


¡Es una piba chorra! Se vino con esa remera de fútbol y me lleva a ver el partido a un bar… ¿Por qué será, oh, Gilles Deleuze, que tengo el “sí” fácil? Igual, no puedo negar que así y todo tiene un “I-don’t-know-what” muy interesante… es linda, pero en una forma extraña y diferente de las otras lindas… una especie de “lindeza” (“nuevas cosas necesitan nuevas palabras”, decía Baudelaire), una “lindeza” salvaje y acaso vulgar. Y es espontánea, sobre todo eso. Actúa naturalmente, fluye por la vida.


¿Con este calor se pide un cortado? ¡Rescatate, barrilete! Como él quiera; me mando la birra yo sola y fue. ¡Uh! Empieza el partido… ¡Vamos Cuervo, carajo!


Parece que ha dado comienzo el encuentro. ¡Por Pólux, que ya estoy aburrido! Bueno, voy a aprovechar la ocasión para hacer una especie de observación participante. La voy a tomar a ella como sujeto de estudio pertenenciente a las culturas populares. Igual, por más que hablemos, según Lévi-Strauss no me voy a convertir en un salvaje. Además, y como diría Platón,…


¿Qué onda este flaco? No mira el partido… ¡me mira a mí! Epa, ¿será que la Dalys hoy se vino para matar? ¡Eeeeeeeeeeesssssssssaaaaaaaaaa! Bien ahí. Justo cuando pensaba que el pibe no me iba a dar bol… ¡Mierda! Gol de los turros esos.


¿Eh? ¿Qué…? Ah, gol de alguien, seguro. A ver… de Boca. Uh… mala suerte. ¿Me arruinará la salida esto? Tengo que mimetizarme con el entorno… ¡pero me aburro! Vamos Matías, ¡fuerza! ¿Mailnowski se habrá pegado algún embole mientras observaba a los hombres y mujeres de las islas Trobriand?


Mierda. Terminó. Bosteros putos, van a decir que nos tienen de hijos, van a decir. Ya no quiero ir a bailar. Mepa que me vuelvo y fue.


Me dijo que se quiere volver. ¿Cómo puede haberle afectado tanto el resultado de un juego así? En fin… tal vez se pueda salir otro día. Hoy era ideal: viernes, justo no tenía facu, nada para hacer… Y bueh.

Pero el gil este se va a pensar que me cayó para el ojete él. Ahora cuando venga el bondi le rompo la boca y fue. Pagó todo, se re-portó el guacho.


Ahí viene el colectivo. Ya cambiamos teléfonos, pero todo esto me sonó más a protocolo que a otra cosa. No tiene importancia, hay muchos peces en el… ¡Epa…! ¿Y esto de dónde salió? Decir que tiene un aliento terrible a Marlboros, pero bueno, es más de lo que esperaba.


Y listo. A esperar que me mande un mensajito, que yo no le pienso escribir naranja. ‘Tuvo bueno el amiguito de la Yami; lástima el Santo. En una de esas da para volver a salir con él otra vez.


¡Tengo que mandarle un SMS! No, no, momento Matías, momento. Esperá, no seas así. Dejá que pasen uno o dos días y luego sí la contactás. Que sufra un poquito primero. ¡Pobre! Debe estar esperando ya mismo que le conteste. Me da pena. Encima se me lanzó así, de la nada… y bueno, ¡ella reconoce donde hay calidad! Estoy arrasando como topadora. ¡Hmm! Está oscureciendo. El subte a esta hora me da miedo, con todas las cosas que andan pasando… ¿Aquel era el colectivo mío?


FIN.


G. M.

Bodegón con berenjenas

Bodegón con berenjenas (Henri Matisse, 1911-1912).


Con respecto a su dimensión indicativa, el cuadro Bodegón con berenjenas (1911-1912) de Henri Matisse nos presenta el pequeño rincón de una habitación atiborrada de cosas. En el límite superior derecho del cuadro vemos representada una ventana abierta hacia el exterior. A través de ella vemos la campiña, acaso la francesa, rodeada de pequeños y verdes alpes.


Lo que más destaca parece ser la mesa, que luce disminuida si se la compara con los otros muebles plasmados en la obra; empero, no se tiene una verdadera noción de sus dimensiones. Tal vez sus medidas podrían apreciarse mejor si se tienen en cuenta las dos vasijas colocadas sobre ella, así como las dos frutas verdes colocadas encima de un plato blanco (¿quizás manzanas?) y de las tres berenjenas que se aventuran sobre el borde de la superficie.


Detrás de la mesa vemos lo que parece ser una suerte de biombo, atrás del cual divisamos dos elementos que sobresalen por sobre el, probablemente cuadros.


En la extrema izquierda observamos una especie de chimenea. Sobre ella vemos un diminuto ornamento floral. Entre aquélla y la mesita con las berenjenas vemos otro importante elemento que hace a la composición del cuadro: el espejo. Éste amplía el espacio, da testimonio de lo que acontece del lado del pintor al momento de su creación.


En lo que hace a la significación, podemos decir que el cuadro presenta una notable paradoja: la ausencia-presencia de perspectiva. Podríamos pensar que ésta si existe en el cuadro, que está determinada por la diagonal creada por la chimenea y por el espacio que crea el reflejo especular. Sin embargo, Henri Matisse se encarga de anularla absolutamente mediante la reproducción de un elemento igualador, uniformemente esparcido entre el piso y la pared: las flores lilas. Lo que parece ser un simple motivo, acaso un papel tapiz, se prolonga hasta el suelo, y viceversa. En ellas la noción de perspectiva no está presente; se muestran chatas, sin relieve, bidimensionales. Con ellas, el artista ha aplanado una imagen que por la ventana y por el espejo, podría haber creado una sensación de espacio viviente.


Más allá de lo anterior, también podemos decir que pese a mostrarse un espacio tan grande, no hay un protagonista en la pintura. Únicamente vemos la ventana abierta al campo, el espejo que refleja otra parte de la habitación y las berenjenas (que presumimos dan nombre a la obra), abandonadas en el centro.


Al respecto de la manifestación, podemos argüir que el cuadro genera cierto sentimiento de vacío y soledad. El autor crea un gran espacio, el cual es luego desdoblado por la inclusión de la ventana con su paisaje y del espejo con la otra parte de la realidad, la que estaría escondida al espectador. Este espacio amplificado carece, como se dijo antes, de un o una protagonista. Las berenjenas permanecen inmóviles en su centro, pero a su vez aparecen desordenadas, como si alguien las hubiese dejado allí y luego hubiese salido, pero no mucho antes que el autor/espectador llegase para dar testimonio del momento.


Asimismo, la disposición de los objetos puede llegar a resultar engañosa; si bien una posibilidad es la antes mencionada “salida apresurada de la escena por parte del (de la) protagonista”, la composición de la obra sugiere un cierto “desorden planeado”, una suerte de caos simulado, fríamente medido y planeado.


Como resultante de lo antes dicho, podemos afirmar que tal vez el sentido del cuadro sea el de la repentina ausencia, el vacío dejado por un cuerpo vivo que ya no está pero cuya temperatura aún se percibe en el ambiente, ya sea por lo que ha hecho como por lo que ha dejado inconcluso.



G. M.