Finalmente, la biogenética invadió la pequeña huerta del fondo de la casa de los Meleverdi. Con tres hijos investigadores del CONICET, nadie se sorprendió de ello. Lo que había empezado como un hobby devino en una empresa familiar. Pronto gente de otros barrios comenzó a acudir a la verdulería de la familia para hacerse de las manzanas verdes gigantes que ellos cosechaban todas las semanas.
De a poco las cosas fueron tomando otra dimensión y los frutos crecieron tanto como el negocio. Repentinamente, los Meleverdi se encontraron con que les sobraban manijas al querer levantar los pesados cajones. No pasó mucho tiempo hasta que el padre de familia se dio cuenta de que no sobraban manijas, sino que faltaban manos para asirlas. Ahí nomás la firma familiar contrató a trabajadores desempleados de la zona, pero incluso eso fue algo temporal: con el transcurso de las de semanas, aquéllos fueron reemplazados por empleados robot. Entonces la firma estuvo ya lista para dar el salto al plano internacional: las manzanas gigantes hicieron su arribo triunfal a China.
Las cosas marcharon bien hasta que surgieron algunos roces con la mafia manzanera rionegrina, la cual se mostraba algo renuente a aceptar la situación de competencia perfecta de los mercados. En un corto lapso, una misteriosa seguidilla de asesinatos y de accidentes resultó en la aniquilación total de los Meleverdi. Ello significó un ligero pequeño traspié en la producción de la compañía, pero los trabajadores anteriormente despedidos se hicieron cargo del comercio y comenzaron a autogestionarse. El otrora negocio familiar fue convertido en una cooperativa de viviendas con centro cultural y pileta climatizada.
G. M.
1 comentario:
Maravillada!!!
Jajjaa quiero más de estas historias!!!
más... más..
Besote!
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